Violencia física contra la mujer: un maltrato evidente pero no el único

La violencia contra la mujer continúa manifestándose en todo el mundo, afectando a una diversidad de mujeres sin importar su nivel económico, educativo o social. Se define como la máxima manifestación de la desigualdad entre hombres y mujeres que se perpetúa hasta nuestros días y se mantiene fundamentada en la discriminación y la subordinación que las mujeres hemos padecido a lo largo de la historia frente a los hombres. En la época reciente, fruto de la lucha de diversos movimientos feministas y en defensa de los derechos humanos y la igualdad, la violencia contra las mujeres se ha implantado en la agenda política y se ha considerado como un problema social y de salud pública, aunque aún nos queda un largo camino para erradicarla. Además, es importante destacar que, actualmente, la violencia machista ha de ser tratada como un problema de ámbito público, dejando atrás la idea de que son situaciones que pertenecen a la intimidad de un hogar o al ámbito exclusivamente familiar.

Esta violencia, invisible durante mucho tiempo, supone un atentado directo contra la dignidad y la integridad, no solo física, sino también psicológica, emocional y social de la mujer. Puede darse tanto en la esfera privada, en ambientes de confianza, como en la pública y existen múltiples manifestaciones, algunas más visibles y evidentes como: lesiones físicas visibles, abuso sexual, violación y, por último, el asesinato. Otras manifestaciones son menos obvias e incluso invisibles, como: el control económico, el aislamiento familiar y social, el lenguaje sexista y en general, diversas expresiones de la violencia psicológica y emocional.

En esta ocasión, nos centraremos en una manifestación de la violencia machista más obvia y que más afecta a la mujer: la violencia física. Aunque es una de las mas visibles, desgraciadamente no es la única forma de violencia que atenta la vida de las mujeres. También es importante destacar que, como hemos visto en artículos anteriores, ninguna de las manifestaciones de violencia se suele dar de manera aislada, sino que siempre va acompañada de otra. Normalmente, la violencia física también conlleva sufrir violencia psicológica, entre otras.

La violencia física es uno de los tipos de maltrato más evidentes y, por lo tanto, una de las manifestaciones que mayor conciencia genera en la víctima y la sociedad en general. Incluye actos de fuerza contra el cuerpo de la mujer, no accidentales, que producen daños y lesiones físicas. Puede ser de diversa intensidad y algunas de sus formas más frecuentes son: golpes, empujones, arrojar objetos sobre su cuerpo, quemaduras, generar hematomas, fracturas, lesiones durante el embarazo, intentos de estrangulamiento, amenazas con armas, intentos de asesinato, incluso retención en un lugar o expulsión del hogar, obligar a tomar psicofármacos, alcohol u otras drogas o sustancias, entre muchas otras. Sin embargo, aunque suele ser una de las violencias “más fáciles” de demostrar, algunas veces estas agresiones no dejan efectos visibles en el cuerpo y no requieren la atención médica, por ejemplo: una bofetada o un tirón de pelo, lo que convierte de nuevo al testimonio de la mujer en la única prueba evidente de la agresión.

Como todas las manifestaciones de violencia machista, es una estrategia de control y abuso que, aunque no es innata en los hombres, ha sido aprendida y afianzada por valores fundamentados en un sistema patriarcal que consolidan los roles de subordinación y discriminación de las mujeres. En ocasiones, se acude a ella para iniciar un cambio en la conducta o actitud con la intención de reducir el poder de la mujer y por la necesidad de controlar e imponer su posición y dominio. En las relaciones de pareja, se comienza a establecer una jerarquía dominante que anula a las mujeres y rompe las posibilidades de establecer un diálogo comunicativo en igualdad de condiciones. Por eso, es importante reconocer algunas pistas que nos pueden indicar que estamos en la antesala de recibir violencia física. Hay que estar alerta para descubrir los momentos previos que existen para poder anticipar o reconocer su presencia, por ejemplo:

  • Cuando empezamos a notar conductas de desigualdad en nuestras relaciones porque nos sentimos poco valoradas y no recibimos un trato justo con lo que pensamos, sentimos y hacemos.
  • Cuando empezamos a notar un control y abuso sobre nuestras vidas y actuamos sin autonomía e independencia, pidiendo siempre la aprobación de nuestra pareja.
  • Cuando tenemos dificultades en establecer límites y terminamos haciendo cosas con las que no estamos de acuerdo.
  • Cuando nuestro círculo de apoyo afectivo o familiar se va reduciendo y nos comenzamos a sentir aisladas: nuestra pareja se ha encargado de alejarnos de nuestras amistades y/o familia.
  • Cuando normalizamos ciertas conductas que nos duelen y terminamos aceptando los malos tratos, desprecios o insultos, a pesar de que seamos conscientes de que está ocurriendo esa situación.
  • Cuando sentimos miedo ante ciertas situaciones de tensión y recibimos amenazas sobre nuestra integridad física y emocional.
  • Cuando nuestra pareja tiene conductas explosivas y violentas con el entorno, a pesar de que no atenten directamente sobre nuestro cuerpo, como por ejemplo romper o golpear puertas, ventanas u otros objetos en medio de las discusiones; destruir objetos personales con el propósito de causar sufrimiento y dolor; conducir de forma temeraria cuando compartimos vehículo, etc.

Estas y otras manifestaciones, nos indican que estamos o podemos estar en peligro, siendo víctimas de una situación de violencia machista contra nosotras. Es importante que sepamos qué podemos hacer para evitar los maltratos, poner límites, amarnos a nosotras mismas y romper con los círculos que causan la violencia. De igual manera, queremos advertir y poner en relieve que la culpa y la responsabilidad no es, en ningún caso, de la víctima. Nunca debemos responsabilizar de no parar la situación a la mujer que sufre maltrato físico o de otro tipo. Sin embargo, el proceso es complicado.

Por eso, cuando te sientas sola, sientas miedo y consideres que te encuentras en peligro, pide ayuda y comienza tu nueva vida sin temor.

No estás ni estarás sola.

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