Mujeres y violencia de género en el ámbito rural

femmes travaillant ensemble à la campagneVivimos en un país con una amplia superficie rural, dentro de las cual conviven unos 4,8 millones de mujeres.

Pese a los prejuicios más extendidos, las mujeres rurales, principalmente las más jóvenes, cuentan con un grado importante de formación cultural y reivindican su necesidad de participación en el ámbito político y laboral. Además, muestran un elevado interés por la innovación y el cambio en los territorios en los que viven. Todo ello se considera muy positivo para el avance y desarrollo comunitario, y puede ser utilizado para estimular los procesos de cambio de la sociedad rural. Sin embargo, son las mujeres de edades más avanzadas las que perduran viviendo en ámbitos rurales, ya que las mujeres jóvenes lo abandonan debido a las aspiraciones mencionadas anteriormente.

La mujer rural se encuentra con muchas cargas a lo largo de toda su vida: cargas emocionales, domésticas, tareas de cuidado y trabajo invisibilizado, entre otras. Continúa existiendo una fuerte tradición por la cual es la mujer la que se encarga de realizar la mayoría de las ocupaciones domésticas y de cuidados. Es importante señalar en este punto que, en muchas ocasiones, estas mujeres trabajan además en otros ámbitos, por lo que la carga de trabajo se duplica, a pesar de que esté o no reconocido como actividad laboral. Su trabajo, sobre todo en pueblos pequeños donde se realizan tareas agrarias o del sector primario, suele denominarse como “ayudas” a sus parejas, los cuales son en su mayoría propietarios de estos negocios, por lo que ellas no suelen percibir ingresos de manera directa ni adquieren derechos laborales. Esto pone de manifiesto la violencia económica que sufren las mujeres rurales. Una violencia soterrada e invisibilizada que no suele estar reconocida y que afecta, en este caso, a la mujer rural no solo en su independencia económica, sino también en su autonomía emocional, psicológica y social, así como en la toma de decisiones.

Esta es solo una de las manifestaciones de violencia machista que sufren o pueden llegar a sufrir las mujeres que viven en contextos rurales y que, además, tienen serias dificultades para encontrar apoyo y respuestas a sus situaciones.

Existen diversos factores por los cuales la violencia de género tiene connotaciones totalmente diferentes en el medio rural a diferencia del urbano.

En primer lugar, los estereotipos y roles de género están mucho más marcados y arraigados en este contexto. Esto suele deberse al tipo de sociedad que predomina en el ámbito rural, a la educación y valores que se transmiten a generaciones venideras. Frecuentemente, esta sociedad es más tradicional y la comunidad suele tener una gran relevancia, por lo que acaba produciéndose un mayor control social que afecta a las costumbres, las creencias y los valores. Control que, por otra parte, siempre ha sido ejercido por los varones.

En segundo lugar, el medio rural tiende a tener una menor percepción de lo que engloba la violencia de género. Esto se debe, por un lado, a la falta de información y de acceso a esta información, así como a la homogeneidad del reflejo de situaciones que se pueden experimentar y, por otro lado, a las dificultades que existen a la hora de romper las relaciones que se generan dentro de la comunidad. Las relaciones entre las personas que forman la comunidad son tan estrechas y tan reducidas que para muchas mujeres se torna especialmente complicado salir de los círculos de violencia que las rodean o simplemente llegar a reconocer esta violencia. Además, cuentan con esa doble victimización y juicio, por los que no solo viven y experimentan procesos como víctimas y supervivientes de violencia machista, sino que también soportan prejuicios y señalamientos públicos dentro de la comunidad en la que viven. Afortunadamente podemos decir que estas situaciones han ido evolucionando y cada vez encontramos más apoyo en recursos y personas en las que las víctimas pueden confiar para salir de esas situaciones sin ser juzgadas, aunque en el ámbito rural cueste más romper este tipo de ideas y pensamientos instaurados.

En tercer lugar, la economía de estos municipios está muy segregada por sexos, lo que indica que las mujeres encuentran más dificultades a la hora de acceder a empleos desvinculados del “negocio familiar”. Es por esto por lo que la mayoría suelen acabar trabajando en el sector de cuidados o en los propios negocios familiares, además de encargarse del cuidado del hogar, de menores y de personas dependientes.

Por último, el mapa de los servicios sociales públicos y privados no contempla su presencia en pueblos y municipios pequeños, lo que provoca que la iniciativa para el desarrollo de programas de sensibilización, detección y actuación en los pueblos sea escasa y complicada de instaurar en distintas localizaciones. Este hecho se vincula con esa falta de información y de acceso a la información que se menciona anteriormente como medida de prevención, además de la falta de una intervención directa rápida y accesible para la mujer en situación de violencia machista desde el ámbito social.

Todas estas limitaciones ponen de manifiesto la necesidad de introducir nuevos mecanismos y medidas relacionadas con la prevención, la detección y la actuación en el ámbito de la violencia de género en el medio rural para conseguir dar respuestas a las mujeres que la sufren, así como a las que potencialmente puedan llegar a sufrirla.

Las medidas que se tomen han de basarse en la educación, tanto en la reglada como en la informal, ya que no se ofrece suficiente información desde este ámbito y, la que se ofrece, no siempre es efectiva ni útil para la población joven en etapa de ordenar los valores de su vida. Por otra parte, es necesario promover y desarrollar campañas de sensibilización y prevención específicas en el medio rural, con la necesaria perspectiva que se necesita, ajustándolas a las características y necesidades de la población rural, ya que un mayor sentimiento de identificación supone una mayor implicación y, por tanto, una mayor respuesta a las campañas de prevención y sensibilización. Además, debido a que los recursos de atención a las víctimas de violencia de género en el medio rural son relativamente escasos, se considera primordial aumentar el contacto con las víctimas y fomentar el seguimiento de las situaciones de violencia, para lo cual el medio telefónico se presenta como uno de los medios más útiles y cómodos. De igual manera, se estima necesario e importante impulsar acciones que tengan el objetivo de difundir información sobre cómo actuar en estos casos, y que llegue tanto a posibles víctimas como a familiares o redes de apoyo.

Para hacer frente a la violencia económica y evitar la dependencia económica que sufren muchas mujeres en el ámbito rural, se considera importante implantar medidas y servicios que fomenten la correcta autonomía económica de estas mujeres. La educación financiera en la gestión económica del hogar es una de las disciplinas formativas que se consideran importantes y prioritarias para prevenir situaciones de violencia económica y abuso financiero.

Por tanto, el ámbito rural se muestra como una franja de intervención muy importante en materia de violencia de género y que, actualmente, está muy olvidada, no solo a nivel de intervención directa, sino también a nivel de desarrollo integral de las zonas, propuestas de prevención, accesibilidad de la información, etc. Tanto desde las administraciones públicas como privadas es importante encontrar una fórmula en la que las mujeres que viven y se desarrollan en el ámbito rural estén atendidas y debidamente comunicadas con los recursos responsables de dar respuesta a situaciones de violencia de género, y que la formación en sensibilización para prevenir ese tipo de situaciones llegue correctamente a toda la población.

No cabe plantear un desarrollo rural adecuado e integral sin la necesaria perspectiva de género adecuada a las necesidades y demandas de las mujeres que viven en el ámbito rural.

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